3 ideas para acelerar la innovación en educación

La palabra innovación está en boca de todos. Hemos aprendido que debemos innovar en educación porque seguimos manteniendo un modelo obsoleto que ofrece pocas respuestas a los problemas de la sociedad del siglo XXI. Sin embargo, el contexto en el que nos está tocando vivir no es propicio para ir más allá, buscar trascender las modas y formas adoptadas hasta ahora y empezar a construir nuestro propio ‘Opportunity Valley educativo’. Por ello, queremos proponer algunas ideas que podrían servir como primeros pasos para empezar ese proceso:

1. Trascender el entusiasmo por las herramientas y dispositivos

Una de las metodologías para acelerar procesos de innovación es el ya archiconocido Design Thinking. Esta disciplina ha cobrado progresiva relevancia en distintos sectores a través de la oferta y desarrollo de talleres, los cuales nos han ayudado a conocer su concepto y su uso instrumental. Sin embargo, hasta el momento solo se han visto pocas experiencias e iniciativas de largo alcance, como por ejemplo Design for Change, una acción de innovación social de impacto global o La Victoria Lab, el laboratorio de innovación del grupo Intercorp (Perú), que integra esfuerzos, métodos y expertos dentro de un ecosistema que aspira a la generación sostenible de innovación.

Si queremos provocar una verdadera aceleración educativa, para conectarla con las demandas de una sociedad en proceso continuo de cambio, debemos extender nuestra visión y adoptar un enfoque de nuevas formas de trabajar, pensar y actuar, en donde las metodologías, así como los medios (tecnologías), sean invisibles para pasar a colocar, finalmente, a los estudiantes en el centro del proceso de diseño.

Por esas razones consideramos que debemos superar nuestro entusiasmo por las herramientas (Design Thinking y otras metodologías ágiles) y dar el siguiente paso en hacer cultura de innovación donde equipos multidisciplinarios estén permanentemente trabajando, creando, aprendiendo y prototipando soluciones de forma ágil. Esa sería una primera posible dirección para romper el clásico status quo de la educación formal.

2. Trascender la importación de buenas prácticas

La forma tradicional más extendida de impulsar la innovación educativa en nuestro medio ha sido el observar e importar prácticas y enfoques que tuvieron éxito en otros ecosistemas; sin embargo, para muchos, el modelo de transferencia no ha sido del todo satisfactorio, debido a que lo que se siempre se ha intentado importar es un componente de una realidad muchas veces muy diferente a la nuestra, constituida por actores, políticas, esfuerzos y elementos de carácter social distintos a los de nuestro contexto.

Por otro lado, el ritmo para implementar experiencias de éxito en el sistema educativo suele ser demasiado lento, debido a que se desarrolla sobre un proceso tradicional de ejecución (como en las empresas del siglo XX), en donde primero se diseña un plan estratégico que apunta a reducir y evitar las fallas y que a través del cual se aspira a resultados satisfactorios al final de un período lectivo.

Es por ese motivo que consideramos que además de seguir promoviendo entre los grupos de interés exposiciones magistrales y estudio de tendencias educativas (las cuales desde luego son valiosas), empecemos a prototipar nuestras propias experiencias a través de procesos rápidos, abiertos ampliamente a la retroalimentación, la colaboración de distintos agentes interesados (sean del universo educativo o no) y a la mentoría de profesionales de diversos campos del saber. Solo así tendríamos la plataforma idónea para probar/descartar/escalar todas las buenas prácticas que una red quiera probar por sí misma.

3. Trascender las ejecuciones de corto alcance

En ese sentido consideramos que debemos abandonar las iniciativas de moda que suelen estar desarticuladas y fuera de contexto y aspirar a la creación de un laboratorio de innovación (educativa): un espacio/tiempo de reflexión y acción para prototipar soluciones bajo una lógica de aprendizaje permanente y de divulgación de buenas prácticas en modelo abierto, que permitan a la comunidad educativa absorberlas para así mantenerse en un continuo proceso de mejora.

Muchas de las razones que exponen los docentes y gestores para no innovar es la falta de tiempo, presupuesto y capital humano que los conduzca en el proceso creativo; además, la capacidad para sostener un sistema basado en el ensayo error en el largo plazo les resulta casi imposible, ya que la estructura, cultura y procedimientos del sistema educativo no fueron diseñados para impulsar acciones de aprendizaje rápido; por el contrario, la censura del error está presente, por ejemplo, en su enfoque de concebir y aplicar la evaluación.

Es por ello que, en nuestra opinión, deberíamos dejar de “luchar contra” el sistema educativo, tratando de propagar una revolución desde adentro, para pasar a “trabajar junto al” sistema, sirviendo como una “zona de prueba”, un lugar a donde vamos todos a construir colectivamente soluciones y ponerlas en marcha para, una vez logrado el éxito con los adaptadores tempranos, buscar replicarlas en toda la red.

En definitiva, creemos que la educación, tal como la conocemos, logrará evolucionar a través de la colaboración e integración de otros agentes, esfuerzos y culturas que no necesariamente provienen del mundo educativo, pero que sin duda nos ayudarán a pensar de nuevo en una propuesta más inclusiva y pertinente para los desafíos de una sociedad en transición post-digital.